miércoles, 22 de abril de 2009

La Metralleta investigadora


De unos meses a la fecha se habla mucho (y en todos lados) de la crisis. Con decirle que hace días desperté con el canto de un gallo y clarito escuché que decía: kiki ri cri kiri ri cri. Más tarde compré unas papas con chile afuera del Sams, en la parada de los camiones Medina. – Échele más chile, le dije al señor de las papas. No puedo, joven- me dijo- es que está bien dura la crisis.

A pesar de que ya eran dos señales, decidí no fiarme y realicé una ardua investigación; mejor dicho, sigo investigando, pero le adelanto los resultados obtenidos hasta ahora. Por si usted, hipotético lector, anda tan apurado y no tiene tiempo (ya ve que está dura la crisis) de leer esta columna hasta el final, aquí está la madre de todas las conclusiones a las que llegué: o la crisis es un invento, o no soy bueno para buscar.

Una noche fui a La Cantina (era miércoles creo) y estaba llena. Invité a bailar a una muchacha, y mire que soy tímido. Esta vez mi mayor temor era que la chica en cuestión me contestara: - no bailo, es que está bien dura la crisis. Total que dijo que sí y bailamos como cuatro de La Arrolladora. Para tener una segunda opinión, la invité a La Regadera. Supe que no era de aquí porque me dijo muy propia: - vamos, pero yo pago el taxi. El caso es que dicho karaoke-bar también estaba lleno y la cola para entrar estaba más larga que donde entregan la leche Liconsa. Como los caballeros no tenemos memoria, no le voy a decir a dónde fuimos después, pero también estaba lleno.

En el trayecto pasamos (por la Colombia) junto a las dos funerarias que están una muy cerca de la otra y, ¿qué cree?. Acertó, igual que los antros, también estaban llenas. Del precio y calidad de los ataúdes, a menos que lo invente, no puedo hablar. Además que, a las tres de la mañana, con una mujer guapa y a 60 por hora cualquier ataúd se ve de lujo.

Al día siguiente pasé a recogerla a su hotel, que también estaba lleno, y fuimos a comer al Coleguita. Dado el prestigio de este restaurante, me parece ocioso decirle como estaba. Lo que sí le digo es que este lugar me recordó a la selección mexicana en los tiempos de Aspe, Ambriz y compañía. Cero especulación.

Al baile del Chapo no fuimos, pero en la obra fue tema obligado porque casi todos (albañiles, fierreros, topógrafos, carpinteros, ingenieros, bueno, hasta los arquitectos) fueron y dijeron que estuvo lleno. Lino, el maestro de obra, me dijo que le gustó más Julión Álvarez, que porque canta very very very good.

Tuve que suspender la investigación- momentáneamente- cuando mi amiga (porque a estas alturas de la investigación ya éramos amigos) me dijo la frase favorita de las turistas para regresar a los locales a la realidad: - me voy mañana. Ya sin mi asistente, otro día fui al punto que estoy pensando adoptar como mi segundo hogar. Con decirle que allí escribí lo que en estos momentos (espero) usted está leyendo. Ni siquiera voy a decir su nombre porque si en otros lugares no encontré crisis, aquí menos. Música en vivo, botanas en raciones generosas ( y no hablo de jícama con chile) y por si fuera poco, alimento para el alma incluido, gracias al don de gentes y destreza mental de su anfitrión, Sergio Meza El Gallo, de quien tomo prestada su frase de batalla para despedir esta segunda entrega de La Metralleta:

¡Ahh qué ambientazo!

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